Te debes una hora diaria

(Papel o Solución n°13)

Unas gotas que cayeron a la chimenea. Desde este cálido refugio, mientras alguien alimenta la boca de la chimenea con hermosos y perfectos leños, escribo junto a una copa de Malbec del 2002. Le suceden dos botellas de Pinot Noir (20 Barrels del 2003 a perfectos 14 grados) que no tardaron tanto es desperezarse de su sueño embotellado.

Aquí no necesito abrigo y, mientras disfruto de un poco de salmón fresco e intercambio un par de bromas con mi novia, advierto que es imposible la felicidad sin dinero y me gusta darme cuenta de ello. Me siento cómodo en este momento, ajeno a ese arribismo espiritual que pretende hacernos creer que el dinero no importa, porque quienes sostienen eso son, hasta donde conozco, cobardes y falsos personajes que viven holgadamente, que hacen yoga en el el Yogashala, que van a terapias de Flores de Bach y orquídeas, que entre Oms y mantras se enajenan de todo y, efectivamente, olvidan a ratos el sufrimiento.

Esto no es nada nuevo, pero ocurre que con el dinero se compra el tiempo. Con el dinero uno se desprende de la necesidad de trabajar para sobrevivir, de la necesidad de recolectar o robar algo para subsistir. El tiempo es la materia prima de la felicidad y ésta es una gran paciencia.

El tiempo se compra, el tiempo es el gran lujo de nuestra sociedad. La nueva aristocracia debería esta marcada por aquellos que tienen el tiempo suficiente para perderlo de manera digna o simplemente artística. Lo que digo es que vives para mantenerte ocupado y no pones el acento en encontrar ese punto en que, estando ocupado, te sientes vivo. Tal vez demasiado.