Juguemos a ganarle al tiempo

Sobre este texto, La Gran Ola, la xilografía de Katsushika Hokusai (1760-1849). Es arte gran Kahuna, es una proto fotografía periodística. Pero más que surf y captación del momento es un triunfo. Es una loa a la vida, una partida de ajedrez ganada a la muerte, como en el Séptimo Sello, la película de Bergman.

La situación es ésta: En medio del temporal, un grupo de barcas tripuladas están tratando de sobrevivir a los embates del mar, (símbolo de la eternidad y de la muerte). Las aguas marítimas insondeables y poderosas son la deidad más veleidosa de la antigüedad y derrochan este poder sobre los hombres sumisos e impotentes ante esta garra líquida inmensa que se ciñe sobre ellos para aturdirlos y, quizás, devolverlos a la orilla.

De fondo el Fiji, estático, incólume, es la vida, el fuego, el hogar. Pero también la muerte, una estabilidad tomada prestada. Y Hokusai inmortaliza el segundo antes de la tragedia, o del milagro. Es una diapositiva inscrita en la memoria, la versión del sobreviviente, la visión de un hombre de fe que ve tierra firme alla a lo lejos. Y luchó, lucha y luchará por conseguirla.

Paradojicamente, el agua es bautismal, abre puertas y umbrales espirituales, es también movimiento heracliteano, la imposibilidad de la captura y eso es lo que burla este grabado que demoró dos años en finalizar el artista.

El arte juega a sus anchas con el artificio del momento de una hora irreal, irrealizable, lo imposible del tuerce textual del poeta, los universos inmóviles de la piedra, el viaje que preside el cuentacuentos, los paraísos artificiales del buscador.